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Sesenta y cinco

Beckie

Los otros chicos empezaron a burlarse cuando se dieron cuenta de que Mariano y yo nos conocíamos. Él se levantó de la esterilla que usaba para meterse debajo de los coches y habló con sus hombres.

—Déjenlo ya, bola de idiotas. Es hora de que se vayan a casa. Empiecen a caminar de regreso a ...