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—Puedo ayudarte, Pakhan.

Dmitry miró a la mujer rubia. Sus dedos tamborileaban continuamente sobre el escritorio. La mujer era buena en su trabajo, sin duda, pero ahora empezaba a molestarlo.

—Siempre estoy aquí para ayudarte en lo que quieras...—sugirió seductora. Dmitry hubiera aceptado su ofert...