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CAPÍTULO 155

Nos quedamos allí por lo que pareció una eternidad mientras la mujer me miraba sin decir nada ni moverse un centímetro, con la pistola en la mano y rodeándome.

—Puedes sentarte y tú... —dijo apuntándome con la pistola en la cara. Me estremecí, temiendo por mi vida—. Tú y yo tenemos mucho de qué ha...