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Noventa y seis

Al bajar del autobús, sentí la tensión recorriendo mi cuerpo. Miré mi reloj de pulsera y, para mi alivio, vi que aún me quedaban cinco minutos. Este era el momento – mi gran oportunidad. Me puse los zapatos apresuradamente y comencé a correr hacia el imponente edificio de la empresa. Sabía que no po...