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Sesenta y cuatro

Perdida en mis pensamientos, no escuché la puerta de mi habitación abrirse con un chirrido. Sobresaltada, me di la vuelta y encontré a Carey allí, con una sonrisa traviesa en su rostro. Sin previo aviso, se lanzó sobre mí, haciéndome cosquillas sin piedad.

—¡Carey! —chillé, incapaz de contener la r...