Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO CIENTO SETENTA Y DOS

Mi corazón latía con fuerza mientras seguía a Zelda a su habitación, con Elena a cuestas. Podría haberle pedido que se fuera, pero ahora era mi amiga, la única genuina que había tenido; no quería arruinar eso y, además, tal vez podría ayudarme a deshacer esto. Zelda caminaba como si tuviera algo en ...