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CAPÍTULO CIENTO SETENTA

Viendo lo mucho que había trabajado en la comida, oculté mi desinterés y forcé un poco de ella por mi garganta.

No fue un viaje fácil, la comida sabía insípida y sabía que no era culpa suya, olía deliciosa.

—¡Mierda! ¿Está tan mala? —exclamó Axel, notando mi mueca mientras la comida hacía un lento...