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CAPÍTULO CIENTO CUARENTA Y DOS

Abrí los ojos a una habitación brillantemente iluminada y casi grité de frustración y enojo. ¡Estaba de vuelta en este infierno, otra vez!

"¡Mira a quién tenemos aquí, jaja!" Una voz familiar dijo a mis espaldas. Ni siquiera se molestaba en atenuar las luces para mí, y tenía sentido.

La experienci...