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CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y SEIS

No estaba tan sorprendida como debería haber estado. Ya me había quedado sin sorpresas en este viaje lleno de altibajos, pero aún así, se sentía extraño ver a la mujer a la que una vez llamé madre dirigiendo una banda criminal literal.

—Espera, ¿Tuscan? ¿Qué haces aquí? —pregunté, reconociendo al c...