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CAPÍTULO CIENTO VEINTISIETE

Varios días después, Ares seguía sin sanar y Axel estaba con una fiebre alta. Su madre estaba preocupada hasta la muerte y me sentía muy mal por ella. Sus dos hijos estaban enfermos y no había una cura obvia a la vista.

—¿Alguna diferencia? —le pregunté a una sudorosa Elena que había estado durmien...