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CAPÍTULO CIENTO VEINTIUNO

El impulso de llorar era abrumador, pero ya había hecho suficiente de eso hoy. Estaba simplemente enojada.

Mi compañero, el primero en quien confié y quien me convirtió en una Luna, no era más que un egoísta y una persona insensible.

Él sabía cuánto significaba esto para mí y no hizo nada para ret...