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El diablo sin cuernos

Miré a la mujer de rostro enrojecido, sorprendida. Algunos de sus mechones rubios cayeron sobre su frente mientras sus ojos marrones llenos de ira me lanzaban dagas.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Sasha? —Empujándola, me puse de pie—. ¿Qué te pasa?

—¿Y qué demonios crees que estás hacien...