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Capítulo cuarenta y ocho: Desangrándose

Mientras me sentaba en el suelo en esa fría y solitaria noche, con Fred entrando y saliendo de la consciencia recostado en mi regazo, la sangre de su herida goteaba lentamente al suelo y empapaba mi vestido. Mi garganta comenzó a doler por lo fuerte que estaba gritando, con cada grito, sentía que Fr...