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Capítulo treinta: Pereció

Me senté allí y esperé pacientemente a que George comenzara a decirme lo que había estado esperando tanto tiempo escuchar. Él se sentó con la cabeza ligeramente inclinada, como si estuviera intentando reunir sus pensamientos.

—Hay tantas cosas que necesitan ser dichas, no sé por dónde empezar —susp...