Capítulo 15
—¡AAAAAIIII! —gimió Ellis, doblando su cuerpo hacia su zona íntima mientras le aplicaban cera caliente—. ¿Qué demonios es esto?
—Este es nuestro procedimiento innovador para la depilación íntima: la cera brasileña —informó la esteticista.
—¡Tengo un mejor nombre para esto: tortura! —gritó Ellis al sentir que la esteticista arrancaba otra tira de cera caliente.
De hecho, la mayoría de los procedimientos que se había hecho en ese salón merecían ese nombre. Al reflexionar, todo el paquete podría titularse así, ya que había sufrido la eliminación de cutículas de sus manos y pies, la depilación de las axilas, el diseño de cejas con hilo, la depilación del labio superior, la depilación de piernas y brazos; en ese momento se sentía como un pollo desplumado. Esa cena tenía que valer la pena. Solo por estos procedimientos, Vittorio tendría que reducir la deuda a la mitad, eso era lo que ella pensaba proponer durante su sesión de peinado y maquillaje.
El paquete completo concluyó con la llegada del anochecer en la ciudad de Nueva York. Ellis esperaba la llegada de Rocco en su bata. Él llegó al lugar vistiendo su vestido de satén rojo, sandalias con suela de cuero italiano, tacones finos cubiertos de gamuza negra y correas adornadas con cristales de Swarovski que sin duda eran más caros que su coche. Y la guinda del pastel era nada menos que una caja de terciopelo gris. Al abrirla, se encontró con un collar y unos pendientes de diamantes. Además, Ellis creía que Amorielle había enviado piezas que, sumadas, igualarían la deuda de su hermano... Una forma de enviarle un mensaje: era hora de ocuparse del asunto.
—Este vestido no me va a quedar —dijo Ellis, examinando el extravagante vestido. Puso una cara acorde con sus siguientes palabras—. Y este color es demasiado llamativo... No me veré bien con este vestido.
—Confía en Don Vittorio —dijo Rocco.
—¿Tengo otra opción? —preguntó Ellis a Rocco, quien negó con la cabeza. Ella respiró hondo y luego señaló a Rocco, diciendo—: Está bien, pero si me veo horrible, hazle saber que tendrá que descontar el precio del vestido de la deuda.
La Mansión Amorielle estaba completamente iluminada como no lo había estado en mucho tiempo. Los invitados llegaban lentamente, siendo recibidos por Antonietta en su hermoso vestido púrpura con lentejuelas, su cabello impecablemente peinado. Hasta ahora, solo habían llegado caras conocidas, lo que decepcionó a la matriarca, quien estaba curiosa por conocer a la invitada de su hijo, que ya debería haber bajado. Dedujo que su hijo estaba teniendo problemas para arreglarse y se dirigió al personal de recepción, diciendo:
—Avísenme en cuanto llegue Ellis Barker. Quiero darle la bienvenida personalmente.
—Como desee, señora —respondió uno de los hombres.
Ella caminó hacia las escaleras, subiendo lentamente mientras sonreía a las personas que encontraba en el camino hasta llegar a la habitación de Vittorio. Él estaba frente al espejo, luchando con su pajarita. La escena parecía de hace dos años, pero sin Eleonora y sin su padre. El hombre continuaba mirando su reflejo en el espejo mientras contemplaba si su padre estaría orgulloso de esta noche.
—Él estaría orgulloso —dijo Antonietta mientras se acercaba a su hijo. Sus manos fueron directamente a su corbata mientras continuaba hablando—. Marco, sin duda, estaría orgulloso de ver a su hijo convertirse en el Don. Don Vittorio.
—Claro —dijo Vittorio, alejándose del espejo y caminando hacia el esmoquin ordenadamente dispuesto en su cama. Se puso el esmoquin mientras preguntaba—: ¿Han llegado los invitados?
—La mayoría —respondió Antonietta con cautela mientras se acercaba a su hijo—. Mientras estaba abajo, la familia Gattone aún no había llegado, y Giuseppe, con quien sé que tuviste una pelea, pero...
—No me importa si está invitado —interrumpió Vittorio, caminando hacia su armario y abriendo uno de los cajones. Sacó uno de sus relojes y una pequeña caja de terciopelo negro, guardándola en el bolsillo interior de su esmoquin. Regresó a la habitación y se enfrentó a su madre, que ahora estaba cerca de su cama—. Creo que es lo mejor porque siempre ha sido tu pareja de baile en las fiestas de papá.
—Sí...
—¿Ha llegado el notario? —preguntó Vittorio.
—Sí, ha llegado —respondió Antonietta, retorciendo sus dedos—. Pero Ellis Barker aún no ha llegado...
—No te preocupes por ella, me aseguré de que Rocco la trajera —respondió Vittorio, ajustándose el cabello.
—Vaya...
—¿Qué pasa, madre? —preguntó Vittorio, levantando una ceja.
—Nada, solo me parece extraño que una simple invitada reciba un trato especial. Ni siquiera Eleonora tuvo ese privilegio.
—Mamá, ¿desde cuándo estar con Rocco se considera un trato especial? —cuestionó Vittorio, sacudiendo la cabeza—. Alguien debería informar a los hombres que él ya ha ejecutado ese privilegio.
—No estoy hablando de Rocco, sino del hecho de que fui a reservar los salones J. Sisters y Le Blanc y descubrí que estaban reservados exclusivamente para ti hoy —reveló Antonietta, su expresión seria siendo recibida con sorpresa por su hijo.
—Sí, hice las reservas. ¿Qué tiene de malo eso? No entiendo por qué estás enojada. Hace años que no solicitabas sus servicios.
—¡Porque no hemos tenido un evento tan importante como este en años! Y hoy, cuando lo necesitaba, una simple camarera los estaba disfrutando.
—¿Has estado investigando a Ellis, madre? —preguntó Vittorio, quedándose quieto en el medio de la habitación.
—Por supuesto que sí. Es mi trabajo saber quién entra en esta mansión —respondió Antonietta.
—No, madre. Tu trabajo era organizar la cena, y creo que lo hiciste magistralmente. Investigar a los invitados es tarea de mi personal —explicó Vittorio, acercándose a su madre—. No vuelvas a hacerlo.
—¿Qué es ella para ti, hijo mío? —preguntó Antonietta, mirando a los ojos de su hijo con preocupación.
—¿Qué quieres decir?
—¿Es una de tus conquistas o una asociada de negocios?
—Lo descubrirás esta noche, madre —dijo Vittorio, levantando su brazo hacia su madre—. Y espero que te guste la respuesta que recibirás.