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Epílogo

Epílogo

A Kara le dolía la cara de tanto reír, pero no podía parar. Se acurrucó más cerca de Lucas en el enorme columpio acolchado donde se sentaban en el jardín de Isabelle, rodeados de familia.

—¡No has dejado de sonrojarte desde que llegamos a casa, Lucas! —bromeó Isabelle con una mirada de reoj...