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Capítulo sesenta

—¿Son necesarias las bridas? —gruñí.

Max me empujó al asiento trasero de un SUV con vidrios polarizados mientras él se subía al asiento del conductor. Me había sacado de la cama temprano, antes de que el sol estuviera completamente en el cielo.

Max no respondió; en su lugar, arrancó el coche.

—¿A...