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Capítulo veintiséis

—Oh, chico —susurré.

El lobo gruñó y mostró sus colmillos. Mi espalda chocó contra un árbol y no tenía a dónde ir. El lobo olfateó mi cabello y bajó su nariz hasta mi camisa. Estaba confundida. ¿Por qué me salvó? Pensé que tenía que ser uno de los lobos de Ajax. Mi ritmo cardíaco se relajó, pensand...