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Capítulo 4: Secretos revelados

Después de la batalla, Zariah y Razel se encontraron de pie en medio de los escombros del otrora orgulloso reino, el aire denso con el olor a humo y ceniza. La princesa guerrera observaba la devastación, su corazón pesado por el peso de las pérdidas que habían sufrido.

—Esta destrucción, este caos desenfrenado... —la voz de Zariah se desvaneció, su ceño fruncido con determinación—. No podemos permitir que el leviatán cause tal estrago sin control.

La forma masiva de Razel parecía brillar con una energía etérea, sus ojos resplandecían como dos rayos gemelos.

—De hecho, princesa. Los orígenes de la bestia deben ser desentrañados, su oscuro propósito comprendido, si queremos tener alguna esperanza de detener su devastación de una vez por todas.

Zariah se volvió para enfrentar al dragón de la tormenta, su mirada firme.

—Entonces debemos buscar respuestas, sin importar cuán antiguas o bien guardadas estén.

Razel soltó una risa retumbante, el sonido semejante a un trueno distante.

—Hablas con la sabiduría de alguien mucho más allá de tus años, guerrera. Muy bien, emprendamos juntos esta peligrosa búsqueda.

Con un gesto de comprensión, Zariah reunió a sus guerreros más confiables y partió junto a Razel, su camino los llevó al corazón de las Montañas Colmillo de Tormenta. A medida que se adentraban más en el traicionero terreno, el aire se volvía denso con la energía crepitante de la presencia del dragón de la tormenta.

—Estas cumbres han sido testigos del poder de los dragones de la tormenta durante eones incontables —retumbó Razel, su voz resonando en los acantilados imponentes—. En sus profundidades yacen secretos que han estado ocultos de los ojos mortales durante mucho tiempo.

La curiosidad de Zariah se despertó, y no pudo resistir indagar más.

—Dime, poderoso Razel, ¿qué sabes sobre los orígenes de este leviatán? Seguramente un ser de tal inmenso poder no surgió simplemente de la nada.

Los ojos de Razel parecieron volverse distantes, como si miraran a través de la vasta extensión del tiempo mismo.

—El leviatán es una fuerza tan antigua como las tormentas mismas, una manifestación de la furia desenfrenada de la naturaleza dada forma y sustancia.

Hizo una pausa, su mirada volviéndose hacia su interior mientras profundizaba en los abismos de su propio conocimiento.

—Hace mucho tiempo, en una era antes de que tu especie caminara por estas tierras, los dragones de la tormenta tenían la tarea de mantener el delicado equilibrio del mundo.

Zariah escuchaba atentamente, su mente corriendo para comprender el alcance de las palabras de Razel.

—¿Equilibrio? ¿Qué fuerza podría amenazar el mismo equilibrio de nuestra existencia?

Las alas de Razel se desplegaron, proyectando una sombra que parecía extenderse por toda la cordillera.

—El leviatán es un subproducto de ese desequilibrio, una calamidad nacida de las mareas cambiantes del mundo y el flujo y reflujo de las energías cósmicas.

A medida que se adentraban más en las montañas, Zariah no podía evitar sentir una mezcla de asombro y temor. Los secretos que buscaban eran mucho más antiguos y profundos de lo que jamás había imaginado.

Eventualmente, su camino los llevó a una caverna masiva, sus paredes adornadas con intrincados grabados y glifos que parecían palpitar con una energía de otro mundo. Zariah pasó sus dedos sobre las antiguas marcas, su ceño fruncido en concentración.

—Estos símbolos, nunca he visto algo parecido —murmuró, su voz reverente.

La forma de Razel parecía hincharse de orgullo mientras observaba las paredes de la caverna.

—Estos son los crónicas de los dragones de la tormenta, grabados en los mismos huesos de las montañas por nuestros ancestros hace eones.

Con un movimiento de su enorme cola, Razel señaló una serie de glifos que representaban a una colosal criatura serpentina causando una destrucción indescriptible en un mundo exuberante y verde.

—Esta es la historia de la primera aparición del leviatán, un cataclismo que remodeló la misma faz de nuestro planeta.

Los ojos de Zariah se abrieron de par en par al contemplar las vívidas imágenes, su mente luchando por comprender la magnitud del evento representado ante ella.

—Por los dioses, tal poder... ¿Cómo lograron tus ancestros detener una fuerza así?

La mirada de Razel se volvió solemne, sus escamas parecían apagarse como si reflejaran el peso de sus palabras.

—Los dragones de la tormenta de antaño no eran meramente seres de inmensa fuerza, sino guardianes del equilibrio cósmico mismo.

Dirigió su atención a otro conjunto de grabados, este representando a un grupo de majestuosos dragones que aprovechaban las mismas fuerzas de la naturaleza.

—Manejaban las energías primordiales de la tormenta, canalizando relámpagos, viento y lluvia en un arma capaz de someter incluso la ira del leviatán.

El aliento de Zariah se detuvo en su garganta mientras estudiaba los intrincados grabados.

—Tal poder... Es casi incomprensible.

La risa retumbante de Razel resonó en la caverna.

—Y sin embargo, aquí estamos, testigos del legado de los dragones de la tormenta. Nuestra especie ha protegido el equilibrio del mundo durante eones incontables, y ahora, ese deber recae en nosotros una vez más.

Mientras continuaban explorando las profundidades de la caverna, Zariah no podía sacudirse el sentido de asombro y reverencia que la invadía. Siempre había sabido que los dragones de la tormenta eran seres de inmenso poder, pero este vistazo a su antigua historia revelaba una verdad mucho más profunda de lo que jamás había imaginado.

—Si el leviatán es realmente una manifestación del desequilibrio cósmico —murmuró Zariah en voz alta, su mente corriendo para desentrañar los hilos enredados del conocimiento que habían descubierto—, entonces su presencia debe señalar una perturbación a gran escala.

Los ojos de Razel ardían con una feroz determinación.

—De hecho, princesa. La misma tela de la realidad puede estar deshilachándose, y nos corresponde a nosotros remendar las grietas antes de que la ira del leviatán consuma todo a su paso.

Al salir de la caverna, el peso de su nuevo conocimiento parecía asentarse sobre sus hombros como un manto de responsabilidad. Zariah se volvió hacia Razel, su expresión firme y resuelta.

—No importa el costo, debemos desentrañar los secretos de este antiguo mal y restaurar el equilibrio que ha sido tan gravemente perturbado. —Su agarre se apretó sobre su espada, la hoja parecía vibrar con anticipación—. El destino de nuestro mundo depende de ello.

Razel soltó un rugido atronador que resonó a través de las montañas, sus alas se desplegaron y proyectaron una sombra sobre la tierra abajo.

—Entonces abracemos nuestros destinos, princesa guerrera. Los dragones de la tormenta han vigilado este mundo desde el amanecer de los tiempos, y no flaquearemos ante esta última calamidad.

Mientras partían una vez más, Zariah sintió un nuevo sentido de propósito ardiendo en su corazón. Había sido testigo de las verdaderas profundidades del legado de los dragones de la tormenta, y ahora, estaba ligada a ese destino por un hilo inquebrantable del destino.

Los secretos de los orígenes del leviatán habían sido revelados, y con ellos, la verdadera naturaleza de la especie de Razel: guardianes del equilibrio cósmico, protectores de la misma tela de la existencia. Juntos, enfrentarían este antiguo mal y restaurarían el equilibrio que había sido tan violentamente perturbado, o perecerían en el intento.

Para Zariah y Razel, el camino a seguir estaba claro: soportarían esta tormenta, sin importar el costo, y asegurarían que el legado de los dragones de la tormenta perdurara por edades aún por venir.

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