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Epílogo

Estaba tumbada en la cama, Jinx acurrucada cálidamente contra mi pecho, ronroneando como si nada en el mundo hubiera terminado—o casi. Había esperado hasta que se lanzara el último hechizo y se desvaneciera el último grito antes de honrarme con su presencia, naturalmente. Típico de un gato.

La puer...