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Capítulo treinta y uno

Annabelle se despertó cuando una mano le dio un suave empujón en el hombro. Sus párpados se abrieron y Marguerite sonrió tímidamente.

—Es hora de prepararse, milady.

Annabelle se sentó sintiendo que no había dormido realmente. Sus sueños habían sido una tortura pura y había luchado por volver a do...