




Capítulo 2
La pierna del hombre estaba sangrando y eso explicaba el fuerte olor a sangre al entrar en la cueva. Pero eso no era todo lo que noté, también estaba el persistente aroma de mi compañera, ella había estado ausente por un tiempo, pero no podía equivocarme, reconocería su olor en cualquier lugar.
—Tú, ¿cómo te llamas? —le pregunto al vagabundo al que le quité un ojo.
—Tim —balbucea y me acerco, disfrutando del miedo en sus ojos tan fuerte que llena la cueva, ahogando el olor del fuego en el centro.
—¿Y tú quién eres? —le pregunto a la mujer de cabello oscuro y rizado que se esconde detrás de su compañero herido.
—Stella, este es mi compañero Josic —gime, bajando la cabeza. Bien, por el miedo en ellos saben exactamente quién soy y qué soy.
—¿Es este todo tu campamento? —pregunto, sabiendo que no era así. La mujer asiente y gruño, odio a los malditos mentirosos. El hombre me observa, sus ojos no se apartan de mí mientras me acerco a él. Veo la estaca en su pierna.
—¿Cómo te hiciste esto? —pregunto, tocando el acero que atraviesa su muslo. Él sisea de dolor cuando lo toco, una sonrisa se extiende por mi rostro ante su dolor.
—Por favor, no queremos hacer daño, solo estamos acampando aquí —suplicó ella, sus manos temblando sobre los hombros del hombre.
—Te hice una pregunta y mentiste, no me gustan los mentirosos —le dije.
—Ahora, ¿quién más está contigo? —pregunto y ambos sacuden la cabeza. Oigo movimiento detrás de mí y me giro hacia Tim mientras intenta escabullirse.
—Siéntate o me aseguraré de que nunca vuelvas a caminar —le digo y él se deja caer al suelo temblando de miedo. Mirando de nuevo al hombre y a la mujer, paso junto a él y la agarro del cabello, tirando de ella hacia mí. Ella grita tratando de liberarse de mi agarre.
—Ahora, esta es la última vez que lo pregunto amablemente, ¿quién más vive aquí? —le pregunto al hombre, sus ojos marrones en su compañera mientras ella solloza aferrándose a mi mano tratando de que la suelte.
—Nunca la tendrás —el hombre escupe a mis pies.
—Entonces sabes a quién estoy buscando, ¿verdad? —Él sonríe y tiro del cabello de su compañera de nuevo y ella deja escapar un grito, sus ojos se dirigen a ella.
—¿Dónde está ella? —le pregunto.
—Que te jodan —dice, mirándome con odio. Podría haberles ordenado que me lo dijeran, pero estaba disfrutando jugando con ellos, no hay nada mejor que ver el miedo en los ojos de otro, antes de ver cómo la luz los abandona por completo. No tenía intención de dejarlos vivir. Ayudaron a cazar a mi familia y pagarían por ese error, y esto aseguraría que Tim corra cuando escuche algo.
Levantándome, arrastro a la mujer conmigo, Josic intenta ponerse de pie pero su pierna herida se lo impide y cae de nuevo al suelo de la cueva, su sangre se acumula más en el suelo debido al movimiento. La obligo a arrodillarse frente a su compañero, sujetando su cabeza con mis manos antes de dar un giro brusco, su cuello se rompe mientras giro su cabeza para que ahora me mire y disfruto del sonido de su cuello rompiéndose y la sensación de sus huesos quebrándose bajo mis manos.
Los ojos de Josic se vuelven vidriosos, el grito agonizante mientras la ve caer inerte a mis pies hace que se me erice la piel de placer. La pateo a un lado antes de arrodillarme frente al hombre. Sus sollozos hacen que mi corazón se hinche de felicidad, mi lobo presionando bajo mi piel queriendo desatarse sobre el hombre que ha estado ayudando a nuestra compañera a esconderse de nosotros. Agarrando la estaca, la giro, su grito desgarrador rebota en las paredes de la cueva y escucho a Tim gemir detrás de mí.
Lo levanto de un tirón, agarrándolo por la nuca. Sostengo su cara sobre las llamas del fuego, el olor de su carne y cabello quemándose deja un sabor nauseabundo en el fondo de mi boca.
—¿Dónde está mi compañera? —le pregunto, sus gritos me dicen que era incapaz de responder, se retuerce en mi agarre y lo obligo a acercarse más a las llamas, presionando su cara contra las brasas incandescentes de la madera, sus gritos se hacen más fuertes y puedo sentir las llamas lamiendo mi brazo y mis dedos que lo mantienen en su lugar. Los gritos del hombre se apagan por completo cuando un nuevo sonido resuena en toda la cueva. El gruñido amenazante de un lobo.
Soltando al hombre, cae sobre el fuego, el lobo se acerca, su aroma llena mi nariz mientras miro a su hermoso lobo blanco. Sus ojos se dirigen a la mujer muerta detrás de mí y gime corriendo hacia ella, empujándola con su nariz. Un aullido agonizante sale de ella haciéndome preguntarme quién es la mujer para ella. No parecía tan afectada por la muerte del hombre, pero la mujer la alteró.
Sigue empujando la cara de la mujer. Gruño molesto porque ni siquiera ha reconocido mi presencia. ¿No sabe que soy su compañero, no sabe quién soy? Ella gira recordando que estoy aquí antes de mostrarme los dientes y gruñirme. Baja la cabeza acechándome. Y me parece divertido lo enojada que está por alguna perra vagabunda.
—Ahora, amor, ¿es esa manera de saludar a tu compañero? —le pregunto y ella gruñe más fuerte, dando un paso hacia mí. Su pelaje erizado y sus garras arañando el suelo bajo sus pies.
Lo que no esperaba era que me atacara, sus colmillos desgarrando mi pierna mientras arranca un trozo de carne. La empujo un poco demasiado fuerte y sale volando contra la pared de la cueva. Se levanta de un salto, y me lanzo hacia ella tratando de agarrarla. Sus dientes cortan mi brazo antes de que sacuda la cabeza violentamente. Gimo por el dolor que atraviesa mi brazo.