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Capítulo treinta y cinco: Adiós México

Dios, Ardin acaba de sacudir mi mundo. Me trajo el desayuno a la cama y luego me tuvo de postre, y después procedió a hundirme en la cama. Tenía razón al decir que gritaría su nombre, porque lo hice muchas, muchas veces hasta que mi voz se quebró.

Después de acurrucarnos unos minutos, me preparó un...