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¿Y ahora qué?

Sebastian

Golpeé el escritorio con el puño, incapaz de concentrarme en nada más que en el rostro de una mujer: Athena.

No se suponía que fuera así, no se suponía que pensara en ella todo el día. Había tantas tareas importantes que debía cumplir y aquí estaba, sentado durante las últimas horas mira...