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un grito de vergüenza

RINA

Los ojos de Mammà de repente se posaron en mí y dejó caer la blusa que estaba doblando. —Vamos, dolcezza. No te pongas de mal humor.

Mi respuesta fue un suspiro, antes de empezar a juguetear con la cremallera del bolso de lona.

—¿Quieres venir? No estoy segura de lo que diría la Luna, pero.....