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Su compañero roto 36

Seth cayó de rodillas, con los ojos muy abiertos. La incredulidad lo invadió, no quería creer que la única persona por la que valía la pena luchar había muerto.

«¡No puede estar muerta, no puede estarlo!» - gritó en su mente.

«¿Qué he hecho para merecer esto?»

No importaba cuántas veces Seth inte...