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Layla se paró frente a una recepcionista que masticaba chicle tan ruidosamente que Layla quería taparse los oídos con las palmas de las manos para bloquear el sonido. La niña no parecía tener más de dieciséis años, pero su actitud era digna de mención.

—¿Nombre? —preguntó la joven mientras tecleaba...