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Ochenta

—Te ves bien, amiga—. Me encontré con su mirada, notando su encantadora sonrisa. Sentí el impulso de reaccionar, de devolverle la sonrisa, pero no quería ser su tonta otra vez.

Habían hecho lo suficiente para que me diera cuenta de que necesitaba ser cuidadosa con la gente y defenderme. Cambiarme d...