Read with BonusRead with Bonus

Setenta y dos

—Te sigues engañando, Barón—. Le di un golpecito en el brazo de manera juguetona. Todavía estaba en mi habitación, haciéndome compañía y asegurándose de que no estuviera llorando de nuevo.

—Tengo hambre. ¿Y tú?— preguntó, tratando de reprimir un bostezo.

—No tengo hambre—. ¿Cómo podía pensar en co...