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¿Confías en mí?

—¿Confías en mí? —pregunté.

Mi voz era ronca pero suave. Amia tragó saliva y luego asintió. Agarré mi pene y froté la punta arriba y abajo por sus pliegues. Un ruido desesperado salió de sus labios cuando lo golpeé con fuerza contra su clítoris. Tarareé mientras lo deslizaba a lo largo de la humeda...