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Cazar

Amia se sonrojó antes de regalarme una sonrisa. Iluminaba mi mundo oscuro y frío. Lo que ella quisiera, yo lo quería. Mordí suavemente su dedo meñique y ella se sobresaltó. Saltó y retiró su mano, pero yo la jalé de vuelta. Intentó no sonreír, pero pude ver cuánto le gustaba.

—¿Ya no vas a encontra...