




6
Elena
Aposté por más peleas. No es que estuviera ignorando completamente el consejo del viejo. Simplemente necesitaba el dinero.
Pablo me habÃa llamado dos veces, pidiendo un poco de dinero para comprar comestibles. Por supuesto, sabÃa que esto era una mentira, ya que Pablo tenÃa una pensión que usaba para mantenerse.
La única razón por la que no estaba cómodo era porque tenÃa un problema con el juego. Supe que el problema habÃa estado con él mucho antes de que su esposa muriera. Se casó de nuevo con mi madre, y luego, una vez que ella murió, la adicción al juego regresó.
No sabÃa si sentirme mal por él o atribuirlo a una completa falta de esfuerzo, pero tenÃa que hacer algo. Apreciaba al hombre por mantenerme a salvo y hacer la vida bastante fácil para mÃ, y por eso ninguna cantidad de dinero me harÃa detenerme.
Pude ganar algo de dinero fresco con la última pelea, pero no volvà a ver a Damon. QuerÃa darle las gracias por llevarme, pero parecÃa tan esquivo, y juzgando por su comportamiento durante la llamada telefónica que recibió, pensé que era mejor no llamarlo. Después de todo, sonaba como si hubiera recibido malas noticias, y no querÃa entrometerme.
Y más que el agradecimiento, también querÃa disculparme por comportarme de manera tan extraña. Pero me di cuenta de que desde que apareció, estaba teniendo más de esos flashbacks.
Era un recuerdo que preferirÃa olvidar, pero no parecÃa que pudiera separarlo completamente de mi vida. Otra llamada de Pablo llegó, sacándome del trabajo.
—Tu teléfono ha estado sonando durante una hora —dijo Estella mientras me entregaba el teléfono bruscamente en la mano. Una rápida mirada a la pantalla me dijo que Pablo habÃa estado llamando más de 17 veces. —Estoy en problemas —murmuré para mà misma.
Avergonzada, no querÃa escuchar otra ronda de amenazas de Pablo de venir aquà o decirme que deberÃa enviarle dinero. Juzgando por la cantidad de llamadas, serÃa una mezcla de ambas cosas.
Elegà no devolverle la llamada, no porque no quisiera escuchar, sino porque estaba 100% segura de que Guiseppe tendrÃa un dÃa de campo gritándome, especialmente desde que fue humillado por Damon la última vez. Apagué mi teléfono y lo escondà en el bolsillo de mi delantal antes de volver al trabajo.
Los dÃas restantes de la semana pasaron en un abrir y cerrar de ojos antes de detenerse el viernes por la mañana.
Recordé que no habÃa hecho mi tarea. Tal vez si fuera otro profesor, podrÃa haberme librado fácilmente, pero era mi temido profesor Giovanni.
No tenÃa opción; tenÃa que inventar algo rápido, de lo contrario, me reprobarÃa en su clase. Necesitaba su clase ya que era la que más créditos tenÃa para mi semestre. Hice una llamada frenética a mi compañera de clase convertida en amiga, Paula.
—SÃ, totalmente —dijo Paula—. Puedes copiar la mÃa. Con un suspiro de alivio, le agradecà profusamente.
—Pero, ¿por qué no hiciste la tuya? —me preguntó.
—He estado tan ocupada toda la semana. Sabes que no me quedé hasta el final de su clase la semana pasada antes de salir corriendo —expliqué con sinceridad. Nos liberó, pero en la tÃpica moda de Giovanni, dejarÃa un fragmento o dos o tal vez una tarea después de que algunas personas se fueran.
Según él, era su mejor manera de atrapar a las personas que no se tomaban en serio su clase.
—¿Por qué saliste corriendo? —preguntó. —Mi trabajo, ¿recuerdas? —respondÃ. —Oh —dijo—. SÃ, está bien, está bien. ¿Cuándo vas a venir al campus? —preguntó.
—Justo ahora.
—La clase del profesor empieza en tres horas. ¡Apúrate! —me urgió.
Sintiendo gratitud por tener una amiga como Paula, corrà a la ducha y me preparé para el dÃa. Después de ponerme una camiseta y unos jeans al azar, salà corriendo de mi apartamento. Estaba a mitad de camino por las escaleras cuando me di cuenta de que no habÃa recogido mi bolso y que todavÃa llevaba mis pantuflas esponjosas.
¡Virgen Santa!
Corrà de vuelta por las escaleras y rápidamente cambié mis pantuflas, asegurándome de agarrar mi bolso. Revisé y volvà a revisar para ver si mi laptop estaba adentro para evitar cualquier historia o problema gracioso. Llegar a la escuela fue fácil, al igual que encontrar a Paula.
—Aquà está —dijo mientras abrÃa el archivo en su laptop.
La suya era un dispositivo plateado y elegante, mientras que la mÃa era una negra, cuadrada y robusta que no tenÃa menos de 20 años. Actualizar el software era un dolor constante, pero decidà que cuando tuviera más dinero, comprarÃa otra. Con suerte, lo harÃa sin que Pablo se diera cuenta, ya que en el momento en que lo descubriera, probablemente la venderÃa y usarÃa el dinero para apostar.
Sin ningún orden en particular, transferà el archivo a mà misma y comencé a cambiar algunas de las palabras. Trabajé en ello durante casi una hora antes de estar satisfecha de que el profesor no lo marcarÃa por plagio. La misma Paula suspiró de alivio una vez que terminé y apoyó su cabeza en mi hombro.
Dos horas después, el profesor Giovanni me llamó mientras revisaba mi correo electrónico que contenÃa mi tarea. Mi corazón latÃa con fuerza en mi pecho mientras él permanecÃa en silencio y lentamente pasaba las páginas de mi trabajo alterado.
—Está bien —dijo con su fuerte acento italiano—. Pero no es notable. —Me miró—. Espero más de ti en la próxima —dijo mientras me despedÃa.
Caminé con un resorte en mi paso al salir de la clase y dirigirme a la arena. No tenÃa trabajo ese dÃa porque, de alguna manera, con un golpe de suerte, el restaurante habÃa sufrido un pequeño incendio.
Me alegraba de no tener que escuchar la voz de Giuseppe gritándome para hacer algo que no estaba en mi descripción de trabajo.
Justo cuando estaba a punto de girar hacia el callejón que conocÃa, vi por mi periferia un coche negro que se movÃa lentamente por el borde de la carretera. El callejón estaba demasiado desierto, asà que decidà tomar un camino más largo manteniéndome en la calle principal.
HabÃa caminado durante unos 20 minutos y aún veÃa el coche moviéndose lentamente. Estaba segura de que el coche me estaba siguiendo, asà que comencé a correr ligeramente, preparada para girar en el próximo callejón.
Justo cuando empecé a correr, choqué contra una pared que me hizo caer de culo.
—¡Ay! —dije mientras me frotaba el trasero y sentÃa dolor en el codo.
—Lo siento mucho, mia bella —dijo una voz profunda y familiar. Me congelé un poco al escuchar "mia bella" hasta que levanté la vista y lo vi mirándome con ojos preocupados.
Extendió su brazo y me ayudó a levantarme, aunque no lo tomé, tirándome de pie como si no pesara nada.
—Cariño, ¿quién es esta? —escuché una voz femenina preguntar detrás de Damon y pronto la fuente de la voz salió a revelar a una mujer alta y rubia. Damon sonrió a la mujer antes de mirarme y ofrecerme una pequeña mirada.
Se inclinó hacia la dama y le susurró algo al oÃdo, lo que la hizo reÃr mientras veÃa su mano libre desaparecer detrás del trasero de la chica.
Puse los ojos en blanco y me aparté de ellos, preparándome para irme.
De repente, lo escuché de nuevo. Definitivamente era el sonido del nombre. ¡Isabella! Lo escuché gritar en mi dirección.
Me detuve congelada de miedo y con sudor frÃo recorriéndome.
¿Me habÃan descubierto? Me pregunté mientras me preparaba para correr.