




5
Elena
—Entra. Insisto —dijo Damon, su tono firme pero gentil. No es que tuviera miedo; estaba más bien aprensiva e insegura de lo que harÃa. Me lamà los labios nerviosamente mientras escaneaba la calle desierta de un lado a otro, como si otro coche o quizás un autobús apareciera y me llevara a casa. Pero sabÃa que no era posible.
Tomando una respiración profunda, exhalé lentamente antes de abrir la puerta de su coche y deslizarme en los asientos de cuero mullido. El coche olÃa a él: amaderado y rico, con un toque de whisky caro y pino.
Mientras me acomodaba, un recuerdo pasó por mi mente: una mano grande y venosa adornada con un anillo de bodas y otra con un anillo con un escudo, vertiendo whisky en un vaso lleno de hielo. La mano luego agitaba ligeramente el vaso, distribuyendo el frÃo del hielo, antes de levantarlo hasta una barbilla barbuda.
—¡Elena! —la voz de Damon me sacó de mi ensoñación, y me volvà para mirarlo, preguntándome qué habÃa pasado.
—¿Estás bien? —me preguntó. SentÃa que ya me lo habÃa preguntado demasiadas veces ese dÃa, y no pude evitar sentirme avergonzada. Bajé la mirada a mis dedos, jugueteando con los hilos de mi camiseta raÃda, tratando de sacarme de mis pensamientos.
—Lo siento —murmuré, mi voz apenas audible—. Solo algunas cosas en las que preferirÃa no pensar.
—¿Recuerdos? —inquirió suavemente.
Negué con la cabeza, mintiendo sobre lo que estaba experimentando—. Solo sueños. A veces los recuerdo en momentos como este. A veces es un olor o una palabra lo que lo desencadena. Pero estoy bien. Lo siento —me disculpé de nuevo, sintiendo el peso de mis emociones presionándome.
Eligiendo mantener la mirada baja, no vi dónde Damon habÃa detenido el coche hasta que habló de nuevo.
—¿Qué pasa? —preguntó, su tono suave pero inquisitivo—. ¿Por qué estás tan nerviosa? No voy a hacerte daño.
Virgen SantÃsima, salva mi alma.
Esa declaración envió sacudidas hasta mi núcleo dolorido mientras me miraba con tanta intensidad ardiente. QuerÃa hablar, pero no salÃan palabras de mi garganta, haciéndome parecer un pez fuera del agua. Sacudà la cabeza, esperando atrapar algunas palabras que rondaban en mi cerebro, pero sin éxito. Este hombre lograba hacerme sonar estúpida y parecer estúpida. Tomé una respiración calmante, llenando mi nariz con su glorioso aroma. De repente, se me ocurrió un pensamiento.
—No sabÃa que peleabas —dije.
—Y yo no sabÃa que te gustaba frecuentar lugares oscuros que huelen a sudor y sangre —me respondió.
—Justo. Lo hago porque... voy allà porque me distrae. Me distrae del hecho de que mi vida no va como querÃa.
—¿Quieres hablar de eso? —preguntó con un profundo retumbar.
Negué con la cabeza, sin confiar en mis palabras después de escuchar la profundidad de su voz.
—Estoy buscando a alguien —dijo—. Le prometà a su familia que la encontrarÃa si algo les pasaba... eso fue hace más de 8 años.
—Debe ser difÃcil —dije.
—Lo es —confesó—. Pero estoy seguro de que la encontraré. Quiero decir... no puede ser tan difÃcil encontrar a una chica que se escapó a Roma sola, ¿verdad? —Se rió de su propio chiste.
—Escapó a Roma —repetÃ. Recordé la vez que lo hice. Recordé una época en la que mi cabello era largo, y lo corté solo para poder pagar un viaje en barco y varios cientos de euros. Sacudà la cabeza, tratando de despejar el recuerdo y no revivir el momento de nuevo.
—¿Está todo bien? —me preguntó—. ¿Es una de esas cosas que mencionaste?
Asentà con la cabeza en señal de aprobación. Él arrancó el coche de nuevo y comenzamos a movernos. Permanecimos en un silencio cómodo hasta que llegamos a mi vecindario familiar.
Al llegar al edificio conocido que albergaba mi apartamento, lo presioné de nuevo—. No respondiste a mi pregunta. ¿Por qué peleas? No parece que necesites el dinero, asà que... —gesticulé hacia su coche y su reloj.
—Entonces, ¿por qué lo haces? ¿O eres algún tipo de desesperado? —Se rió de mi última afirmación, y me di cuenta de cuánto me gustaba ese sonido.
—No, no soy un desesperado. Solo que... me mantiene con los pies en la tierra —dijo.
—Me hace sentir. Vengo de un mundo donde no tienes que sentir. Sentir es peligroso en mi lÃnea de trabajo. Incluso cuando sientes dolor, te regodeas en él. Cuando estás feliz, si alguien lo sabe, podrÃas terminar muerto en unas horas. Si estás enamorado...
Se volvió para mirarme, sus ojos ligeramente brillando en la oscuridad de su coche—. PodrÃan simplemente quitártelo —dijo solemnemente.
Sus palabras me llevaron a otra escena. Una mujer vestida con un vÃvido vestido azul, con cabello rojo oscuro y ojos sonrientes apareció en mi mente.
Se volvió hacia mÃ, sus palabras ahogadas por el sonido distante de un disparo. Me agarró la mano con una cara frenética y corrió conmigo por un tramo de escaleras y luego otro, nuestros pasos resonando contra el mármol.
Me llevó a una habitación y me puso debajo de una mesa. No podÃa escuchar sus palabras aún, pero se cubrió la boca con una mano y luego salió corriendo.
—¿Elena? —preguntó Damon de nuevo, sacándome de mi ensoñación.
—¿S� —dije en voz baja.
—¿Estás bien? —preguntó de nuevo, la preocupación grabada en sus hermosas facciones. Sonreà y agité la mano, desestimando su pregunta.
—Entonces, ¿cómo te costaste todo esto? —pregunté, tratando de cambiar de tema.
Con una expresión divertida en su rostro y una ceja levantada, se rió y luego habló—. Digamos que me topé con ello.
—Eso es... muy maravillosamente explicado —dije, rodando los ojos juguetonamente.
—No me culpes, eres tú quien intenta evadir mis preguntas —bromeó—. Solo estoy preocupado. ¿De verdad estás bien? —preguntó de nuevo.
Lo sabÃa y le di una sonrisa tranquilizadora—. Estoy bien —dije.
—Entonces, ¿me contarás a quién estás buscando? —pregunté.
Exhaló y apoyó la cabeza contra el reposacabezas del asiento del conductor. Su nuez de Adán subÃa y bajaba de una manera casi invitante—. No —dijo—. Tal vez más tarde. Se está haciendo tarde. Vete a casa, Elena —dijo.
Mientras subÃa las escaleras que llevaban a mi apartamento, no podÃa sacudirme la forma en que su lengua pronunciaba mi nombre. Deseaba que me llamara de otra manera. Pero tendrÃa que aceptar esta por ahora.
En ese momento, no me di cuenta de que el secreto que habÃa ocultado durante muchos años pronto serÃa descubierto por este hombre misterioso. El destino me empujarÃa a otro enorme torbellino.