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Isabella

Damon me encontró casi una hora después, acurrucada en mi cama y abrazando mi almohada. Se unió a mí en la cama, abrazándome y acariciando suavemente mi espalda, adormeciéndome.

—Pronto oiremos de Ted —dijo suavemente.

—¿Qué quieres decir? ¿Por qué vamos a oír de Ted? —pregunté, confundi...