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Damon

—¡Despeja el camino! —le grité a Miguel, quien rápidamente apartó dos coches como si fueran juguetes. Una vez que el polvo se asentó, abrí la puerta de la furgoneta y subí. Isabella me miró con ojos brillantes y una pequeña sonrisa.

—Es la máscara, ¿verdad? —preguntó, tocando su fría superfi...