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36. En la cabeza del imbécil

—¿Por qué demonios no dejaste que May Wilder te secuestrara? —le hice una mueca a Ian, que estaba en la silla a mi izquierda con una taza de chocolate caliente que había conjurado con su mano no herida. Arius no lo había invitado a comer en la mesa y tenía la sensación de que Ian no lo habría hecho ...