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Capítulo treinta y cinco

Damon

Axel no quería irse y llevábamos una hora discutiendo en mi cabeza. Le gustaba cómo estaba Finley aquí, la manera relajada y despreocupada en la que dormía sin pesadillas, reía más e incluso tenía un ligero bronceado.

También tenía miedo de que, una vez que volviéramos, ella volviera a ser l...