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109 La guerra silenciosa de una madre

Elio envuelve sus diminutos dedos alrededor de los míos mientras se alimenta, sus inusuales ojos ámbar-dorados fijos en mi rostro con una conciencia que aún me inquieta. Tiene dos días y ya parece entender más de lo que debería. Acaricio su suave mejilla, maravillándome con su perfección mientras mi...