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—¡Debilucho! —Eaden se rió al ver la situación de su oponente—. Te voy a aplastar —escupió.

—Oye, deja de escupirme. ¡Qué asco! —se quejó Mel.

—Oh, ¿te preocupa mi saliva, eh? —Eaden finalmente dominó a Mel y le dio un puñetazo en la cara.

—Maldita sea, eso duele. Mi compañera me está mirando. Tengo...