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Caminaron hacia Rolandro y lo saludaron.

—Oh, buenos días, querida. Te has despertado bastante tarde, Lavana.

—Sí —Lavana se rió mientras se frotaba el cuello—. ¡Jeje! Lo siento. No planeé que esto sucediera, pero aquí estoy. ¿No es eso lo que cuenta?

—Sí. Tienes razón. Así que nunca has entrenad...