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SETENTA Y DOS | TRES CAMINOS

—¡Mantén las manos arriba, cariño! —me recuerda Yuri, después de haberme dado un puñetazo en la mandíbula. Gruño mientras masajeo la zona magullada. Pero al menos no caí de culo como las dos primeras veces que me golpeó ahí esta mañana.

—Estoy llevando la cuenta, grandullón —le advierto, una vez ...