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Greg sacó la caja de mi regazo y maldijo cuando vio lo mismo que yo: la cabeza y el corazón cortados de la señora Wiggins.

Sabía que esa imagen me perseguiría para siempre. Sus ojos, ensangrentados y bien abiertos, y su boca abierta en un grito silencioso eterno. Intenté, pero no pude olvidar los c...