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—¿Qué te pasa? —finalmente encontré mi voz cuando llegamos al coche—. Has estado actuando como un psicópata desquiciado durante días.

—Cállate, Charlie.

—No me digas que me calle —dije—. Estás actuando raro y no me gusta.

—Cállate o juro por la diosa que tiraré este coche por un maldito acantilad...