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—¿Cómo sabes... lo que ella me escribió? —preguntó en voz baja.

El anciano sonrió sardónicamente.

—Porque estuve allí cuando lo escribió —dijo, sonriendo—. Planeaba irse sin decir nada, pero la convencí de darte una bofetada con un guante blanco.

—Abuelo... solo dime dónde está mi mujer —Nathan a...