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Tiempo después...
A Suzanne no le gustaba la expresión en el rostro del hombre frente a ella, a pesar de que llevaba una bata blanca y habÃa un certificado de doctorado en medicina en su pared.
Quizás ese era el problema; su cara solo reflejaba malas noticias, noticias relacionadas con la salud de su padre.
—Señorita Peyton... su padre tiene cáncer de colon —dijo seriamente.
La noticia la golpeó como un balde de agua frÃa.
Mordió su labio, y sus ojos se llenaron de lágrimas a una velocidad alarmante. Miró al doctor, sin saber si era porque esperaba que dijera que era una broma o porque estaba en estado de shock.
Su cerebro parecÃa haberse desconectado de su cuerpo.
—Doctor... ¿está seguro? —Era una pregunta tonta, y lo sabÃa, pero no pudo evitar hacerla.
Su voz salió tan baja que por un momento dudó que él la hubiera escuchado.
—Lamento traerle tan malas noticias —dijo el profesional, y un sollozo escapó de la garganta de la chica—. Necesita comenzar el tratamiento urgentemente...
Suzanne perdió el aliento al escuchar la cantidad necesaria. ¿De dónde iba a sacar una suma tan grande de dinero?
«Esto es una pesadilla, ¿qué vamos a hacer ahora?» pensó con angustia.
Trató de prestar atención a lo que el doctor estaba diciendo, pero era prácticamente como chino para ella, aunque el destello de compasión en los ojos del hombre solo le rompÃa el corazón aún más.
Suzanne salió del consultorio con los resultados arrugados en su puño, sintiendo que sus pies eran más pesados que nunca mientras caminaba desalentada hacia la ubicación de su padre.
La apariencia del hombre mayor, exhausto y con dolor, le ató el pecho en nudos. Trató de poner una sonrisa, aunque no logró el éxito que esperaba.
—¿Qué dijo el doctor, Suzie? —le preguntó su padre con cariño.
El nudo en su garganta parecÃa crecer al mismo ritmo que la angustia en su pecho.
—Tú... tú...
¿Cómo podÃa decirle que estaba muy enfermo y que, además, el tratamiento era prácticamente imposible de costear? SentÃa que sus piernas se debilitaban.
—¿Es tan grave? —expresó el hombre, logrando leer las expresiones de su hija—. Pude sentir que algo andaba mal, pero no querÃa especular...
—Lo resolveremos —dijo tratando de sonreÃr, colocando una mano en el hombro de su padre—. Siempre logramos salir adelante a pesar de todo, ¿verdad?
Eso era un hecho innegable; desde joven, ella tuvo que hacerse cargo del hogar porque lo que su padre ganaba no era suficiente, y su madre los habÃa dejado para estar con su amante.
—No quiero ser una carga, Suzie...
Ella se volvió hacia él con el ceño fruncido.
—Ni siquiera bromees con eso, papá —su voz se quebró en la última palabra—. ¿Quién te dijo que eras una carga? Sabes que eres la única familia que me queda, me encargaré de la situación, ya verás...
—¡Oye!
Interrumpió, no solo por la exclamación sino también por el firme golpe con el que chocó, derramando algo caliente en su brazo. Ese "golpe" tenÃa una mirada furiosa y miraba incrédulo su propia ropa manchada.
—Oh, lo siento...
—¿Puedes mirar por dónde vas, por favor? —espetó el hombre alto, tratando de quitar la mancha de su ropa—. ¡Esto es genial, simplemente perfecto!
—¿Señor Strong? —tartamudeó la chica, mirando al hombre frente a ella con los ojos muy abiertos.
Él frunció el ceño cuando levantó la vista y luego levantó una ceja al reconocerla. ¿Qué estaba haciendo en el hospital? ¿Estaba enferma?
Sacudió rápidamente la cabeza para disipar esos pensamientos, diciéndose a sà mismo que no eran de su incumbencia, aunque la duda persistÃa en su mente.
—Suzie... Señorita Peyton —se apresuró a corregirse.
Notó que su secretaria tenÃa los ojos enrojecidos, y estaba acompañada por un hombre mayor que observaba la escena con creciente curiosidad.
—Lo siento —Suzanne se mordió el labio inferior, tratando de ser cortés con él a pesar de su habitual arrogancia—. No te vi allÃ.
«¿Por qué nuestros encuentros tienen que ser as�» pensó el hombre, levantando una ceja.
TodavÃa recordaba la manera altiva y grosera en que ella se habÃa comportado, sin saber que él era su jefe. Le resultaba divertido cómo su actitud cambió por completo al darse cuenta de a quién le habÃa estado gritando.
La chica tenÃa un carácter fuerte, pero habÃa algo en ella que llamaba su atención. ParecÃa dispuesta a hacer cualquier cosa para mantener su trabajo. Asà fue como descubrió sus deudas, y ahora... la encontraba en un hospital.
—¿Qué haces aqu� —aclaró su garganta, notando su silencio, trayéndolo de vuelta a la realidad.
Se dio cuenta del tono áspero que no habÃa planeado usar, pero que no pudo evitar con su molesta y cÃnica actitud de jefe.
Su propuesta la habÃa desconcertado y por eso al dÃa siguiente le dijo que tenÃa que pensarlo y que no podÃa aceptarla en ese momento.
—Vine por... exámenes de rutina —esa pregunta le dio la oportunidad de indagar también—. ¿Y tú, Señorita Peyton?
Ella se mordió el labio, luciendo algo incómoda. Sin embargo, hizo un gesto hacia el hombre mayor a su lado.
—Vine con mi padre... también por unos exámenes —su tono algo apagado llamó su atención—. Papá, él es mi jefe, el señor Nathan Strong.
—Un placer, señor —dijo el padre de Suzanne, extendiendo su mano—. Soy Gabriel Peyton.
—El placer es todo mÃo, señor Peyton —dijo Nathan amablemente, estrechando su mano—. Espero que todo haya salido bien con sus exámenes.
Nathan no pudo evitar preguntarse si ella estaba pasando por problemas más serios de los que él no tenÃa idea. Aunque su rechazo a su propuesta lo habÃa dejado más que resentido, no habÃa podido despedirla de la empresa. Planeaba encontrar alguna razón con recursos humanos para un despido injustificado.
—Bueno... —Suzanne vaciló—. Claro, jefe —aclaró su garganta, apresurándose a irse para evitar hablar más con ese hombre—. Si nos disculpa...
—¿Ya se van? —Nathan levantó una ceja, dando un paso adelante—. Puedo llevarlos si quieren.
—¡No! —exclamó la chica, en un tono muy alto, llamando la atención de su padre—. Quiero decir, no queremos incomodarlo, señor Strong. Tomaremos un taxi.
—Puedo perfectamente...
—Agradezco su oferta, pero realmente tenemos que irnos —se despidió con la mano, tomando el brazo de su padre y saliendo rápidamente del hospital, sintiendo una urgencia casi frenética de alejarse de ese hombre.
No podÃa evitarlo; solo lo toleraba en la oficina porque no tenÃa otra opción, pero él querÃa incluso actuar como un caballero, cuando ella sabÃa perfectamente cuáles eran sus intenciones.
Su padre estaba asombrado y desconcertado por el comportamiento de su hija, que parecÃa bastante fuera de lugar.
—Suzanne, ¿qué demonios fue eso? —preguntó, algo sin aliento por el esfuerzo—. ¿Por qué huiste de tu jefe as�