




3
—¿De qué estás hablando? —Suzanne soltó una risa nerviosa. Lo observaba de cerca, esperando que fuera una broma de mal gusto—. ¿Tienes fiebre?
No. Nathan Strong no estaba bromeando.
—Cásate conmigo —repitió en un tono más autoritario—. No estoy jugando, señorita Peyton.
De repente, tomó su mano y la giró ligeramente.
—Eres la mentira perfecta para mÃ; solo necesitas un poco de brillo en los ojos —sonrió levemente, apoyándose en la mesa de cristal, acercándola más a él.
Suzanne se sintió intimidada y ligeramente acosada por su comportamiento, aunque él era un hombre muy atractivo. Tenerlo tan cerca era perturbador. Se sentÃa como acercarse al infierno.
—Escucha —comenzó a hablar antes de que ella pudiera negarse—. Solo necesito que finjas ser mi esposa. Tengo problemas, y tú eres la solución a ellos. Tienes puntos a tu favor, Suzanne —sus manos recorrieron su cintura.
¿Cuántas mujeres no querrÃan tener a este hombre en sus brazos? Ella era una de ellas. No podÃa negarlo, aunque odiaba su carácter, no era inmune a su atractivo.
Pero... habÃa sido testigo de todas las mujeres que habÃan caÃdo por su encanto sexual. SalÃan despeinadas, con el lápiz labial corrido por las mejillas.
Constantemente se preguntaba qué se sentirÃa pasar por eso.
Sus respiraciones de repente se mezclaron, era demasiado placentero hasta el punto del éxtasis, pero Suzanne se dijo a sà misma que tenÃa que volver a la realidad.
—¿Y por qué deberÃa interpretar el papel de tu esposa? —Su voz era firme, pero sus manos temblaban—. No tengo problema en encontrar a tu puta personal habitual para que te haga ese favor; creo que estará muy emocionada con el puesto.
Se apartó un poco para recuperar la compostura, pero no duró mucho. Él no la dejó escapar de su abrazo mientras sonreÃa, una sonrisa algo siniestra que la dejó paralizada en su lugar.
—Te lo estoy pidiendo a ti, Suzanne —susurró, usando su nombre de pila—. O mejor dicho, te lo estoy ordenando. No querrás enfrentarte a las consecuencias, ¿verdad? —Le tomó la barbilla entre sus dedos, acercándose más a ella.
—¿Cómo me afecta esto a m� —Permaneció a la defensiva, y él no mostró señales de retroceder.
—Perderás tu trabajo, y me aseguraré de que no consigas uno nuevo en toda la ciudad ni en sus alrededores —afirmó claramente—. No tengo problema en encontrar a cualquier mujer, pero te estoy dando la oportunidad de pagar el alquiler de tu horrible apartamento, cubrir la consulta médica de tu padre y todas tus deudas —la soltó, dejándola algo mareada.
«¿Cómo demonios se enteró de todo eso?» pensó Suzanne, atónita.
Eso la hizo sentir aún más desconfiada. Él era un hombre sin escrúpulos, y parecÃa que siempre conseguÃa lo que querÃa. ¿Cómo iba a salir de esta situación?
La secretaria respiró hondo, tratando de controlar su ira y razonar con su obstinado jefe.
—Señor Strong, hay un problema; ¡no quiero casarme con alguien como usted! —respondió, agitada—. No quiero a alguien como usted en mi vida.
—Créeme, tengo mejores opciones que tú —replicó Nathan mordazmente, cansado de sus negativas—. Mujeres que adorarÃan tener este puesto, pero desafortunadamente para mÃ, tú eres la adecuada para el trabajo, qué lamentable —se burló de ella—, y si no me equivoco, soy tu salvación financiera.
Suzanne podÃa sentir la desesperación al borde. A pesar de sonar tan confiado, podÃa ver que él harÃa lo que fuera necesario para tener éxito, incluso si significaba usar la fuerza.
De repente, su jefe comenzó a buscar en sus bolsillos y sacó un anillo de compromiso dorado, colocándolo en su dedo anular.
La secretaria resistió un poco, pero él la dominó. Suspiró algo aliviado y la miró.
—Gracias, Suzanne —susurró muy suavemente, esperando que ella no lo escuchara—. Sé que debes tener una reputación aquà en la empresa, y conozco la mÃa. Seré discreto con mis amantes; te prometo que no escucharás ningún rumor de infidelidades por mi parte.
—Pero...
—Puedes irte ahora —dijo rápidamente, terminando la conversación.
Intentó alejarse de ella, pero esta vez ella lo detuvo.
—Espere ahà mismo, señor Strong. Si vamos a hacer esto, no voy a ser yo la engañada en esta relación —replicó, viendo una sonrisa en sus labios como si dijera, "te tengo."
Nathan soltó una elegante risa y se relajó.
—Entonces, ¿vas a interpretar el papel de mi esposa de verdad? —se burló—. ¿Te encargarás de satisfacer mis deseos sexuales? Porque si asà lo planeas, créeme, ambos lo disfrutaremos mucho, Peyton.
La tomó por la nuca y estrelló sus labios contra los de ella.
Se besaron. SÃ, la tensión sexual que él exudaba era demasiado intensa; entre sus respiraciones mezcladas y su experiencia, tomó el control de la situación.
Suzanne tuvo que admitir que le gustó su beso. La lengua de su jefe entró en su boca, y ella buscó algo de estabilidad, agarrando su traje con fuerza, arrugándolo. Nathan no perdió tiempo; colocó sus manos en el trasero de Suzanne, amasándolo y tratando de levantar su falda.
Ella se detuvo, alejándose de él. Su mirada se habÃa oscurecido. El gris en sus ojos se habÃa desvanecido hasta casi ser negro.
—Tienes el resto de la tarde libre, Suzanne —susurró, limpiándole la boca con el pulgar.
Ella aprovechó la oportunidad y huyó de allÃ, cerrando la puerta con fuerza.
«¿Qué demonios estabas pensando? ¿Has perdido la cabeza?» se reprochó a sà misma.
En ese momento, su cabeza no procesaba bien lo que habÃa sucedido.
Entró en su cubÃculo junto al minibar y tomó un sorbo de lo primero que apareció: café frÃo. No era fanática de la bebida, pero pensó que ayudarÃa.
Suzanne tenÃa el resto de la tarde libre, asà que agarró su bolso y salió de la empresa, dirigiéndose al estacionamiento subterráneo. Se subió al pequeño Chevy rojo que su padre le habÃa regalado y soltó un grito ahogado.
—¡Oh, Dios mÃo!
De repente, alguien tocó su ventana, y ella se sobresaltó, tocando accidentalmente la bocina del coche.
Vio quién era... ¿el guardaespaldas de Nathan?
«Guardaespaldas de tu nuevo socio, Suzanne», pensó con un escalofrÃo.
—¿S� —Bajó la ventana ligeramente, y todo lo que recibió fue una carpeta manila con la palabra "CONFIDENCIAL" en letras mayúsculas y en negrita.
—Que tenga un excelente dÃa, señorita Peyton —fue todo lo que salió de los labios del hombre—. El señor Strong se pondrá en contacto con usted.
Dicho esto, se fue, dejando a la chica intrigada por lo que acababa de recibir.