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La amenaza

Una vez que salgo afuera, miro alrededor para asegurarme de que no hay nadie conmigo, me agacho, dejo que el aire cálido de la noche entre en mis pulmones y grito en silencio «¿Qué demonios?» al exhalar.

Me quedo así por un minuto y luego me pongo de pie. Cruzo los brazos sobre mi pecho sintiendo u...