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Capítulo treinta y dos: Enojado como el infierno

Sus manos se movieron, lentamente, desde sus piernas hasta su pecho lleno; apretándola suavemente. Sus labios besaron, entre su cuello, apasionadamente; dejando escapar suaves sonidos.

Yo estaba en la colina observándolos. Mis ojos y boca se abrieron, asombrados.

Me empujé hacia atrás, alejándom...