
LA BESTIA QUE AMO ES UN ALFA
Author: Sylvia Sylvester
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Introduction
Tras enterarse de que le quedaba un año de vida. Alpha Logan Wolfie, solicitó seis meses, donde solo podría vivir de manera despreocupada y sin obstáculos. En otro, para aplacar el dolor y la tristeza de su corazón antes de cumplir el deseo de su madre, de darle un heredero que se convertiría en el próximo Alfa de la Manada.
«Tendrás un heredero antes de que la maldición se apodere de ti...»
Esas son las mismas palabras de su madre. Odiaba el compromiso, y en lo más profundo de su corazón moribundo, quería amar a alguien, aunque fuera solo un día antes de morir, pero nunca pensó que esa persona fuera una niña humana.
Akira Ross, la mujer que no sabía nada sobre los lobos y su existencia, la mujer que encontró la cura para su maldición, solo con el sabor de su sangre y sus labios.
¿Podrá Akira curar la maldición que corre por su linaje y podrá aceptar que la bestia que ama es un alfa?
«¿Qué diablos? ¿Me dejaste chupetones en el cuello?» Grité: «¿Por qué no me dijiste que me habías dejado esas estupideces en el cuello? Prácticamente le estaba contando al mundo entero que había tenido una noche apasionante».
«¡Estúpido! No son chupetones, ¿te he tildado?»
«¿Qué es lo que no entiendo?» Le pregunté, sonrió, acercándose mientras su respiración tocaba mi cuello.
«Solo te digo que eres mía ahora, esa es mi marca de amigo».
«Tendrás un heredero antes de que la maldición se apodere de ti...»
Esas son las mismas palabras de su madre. Odiaba el compromiso, y en lo más profundo de su corazón moribundo, quería amar a alguien, aunque fuera solo un día antes de morir, pero nunca pensó que esa persona fuera una niña humana.
Akira Ross, la mujer que no sabía nada sobre los lobos y su existencia, la mujer que encontró la cura para su maldición, solo con el sabor de su sangre y sus labios.
¿Podrá Akira curar la maldición que corre por su linaje y podrá aceptar que la bestia que ama es un alfa?
«¿Qué diablos? ¿Me dejaste chupetones en el cuello?» Grité: «¿Por qué no me dijiste que me habías dejado esas estupideces en el cuello? Prácticamente le estaba contando al mundo entero que había tenido una noche apasionante».
«¡Estúpido! No son chupetones, ¿te he tildado?»
«¿Qué es lo que no entiendo?» Le pregunté, sonrió, acercándose mientras su respiración tocaba mi cuello.
«Solo te digo que eres mía ahora, esa es mi marca de amigo».
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