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Ella está en mi cabeza

La ciudad se extendía debajo de mí como una bestia viva, sus venas iluminadas por los faros, su pulso medido en el flujo constante de tráfico que serpenteaba por las calles. Desde aquí arriba, todo parecía ordenado, casi pacífico. Una mentira, en realidad. Las ciudades no eran más que caos con un bo...